"Que la suerte esté siempre de vuestra parte."

martes, 10 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 2!!

Hola!!
Este es el capítulo 2 de la historia. Es más corto que el anterior, pero no podía hacerlo más largo para poder dejaros con la intriga. Espero que os guste :)
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Por la mañana me levanto aún más cansada de cómo me acosté anoche, porque hoy llegamos al Capitolio. Me visto con un vestido blanco que vi ayer y me gustó y me dejo el pelo suelto. Una vez más me quedo descalza.
Camino hacia el vagón comedor y por el camino me encuentro a Damen. A diferencia de mi, él si tiene aspecto de haber descansado. Qué suerte, porque mi noche no podría haber sido peor. Lo saludo y continuamos nuestro camino juntos.
En el comedor ya están Deborah y Estefan. Me extraña que Ylléa no haya llegado todavía, ya que es un poco maniática con la puntualidad. Mi hermano parece estar pensando lo mismo que yo.
-¿Dónde está Ylléa? - pregunta – Pensé que estaría aquí.
-Se está preparando para nuestra llegada al Capitolio, ya que en cuanto el tren pare nos tenemos que bajar – responde Deborah con una sonrisa.
Al oír eso casi me atraganto con la galleta que me estaba comiendo.
-Enseguida vuelvo – digo -. Tengo que ir a mi habitación a coger unos zapatos y mi símbolo.
Todos asienten con la cabeza y yo salgo corriendo con el vestido blanco revoloteando a mi alrededor.
Entro en la habitación y gruño de rabia al no tener ni idea de dónde están los zapatos en esta habitación. Al haber andado descalza por el tren, no me he preocupado de mirar dónde estaban.
Abro y cierro cajones como una loca, aún sin encontrar nada. Miro debajo de la cama, nada. En ese momento entra el avox que nos sirvió ayer la cena. Al verme se dispone a darse la vuelta para irse de la habitación, pero yo lo freno.
-Perdona, ¿me puedes decir dónde están los zapatos?
El chico señala una de las paredes. Yo lo miro sin saber qué hacer, porque ahí no hay nada, sólo una pared blanca. Creo que el avox interpreta bien mi expresión, porque se dirige a la mesilla de noche y coge un mando. Pulsa un botón y de la pared surge una estantería repleta de zapatos, una vez más, todos de mi talla.
Asombrada, reviso toda la estantería buscando algo que pueda soportar. Al final, acabo cogiendo unas bailarinas blancas, a juego con el vestido. Ya he cogido los zapatos, ahora a por mi símbolo. Un símbolo es algo que los tributos pueden llevar a la arena, para que les recuerde a su distrito. Mi símbolo es el colgante que me dio Christy. Si un símbolo da alguna clase de ventaja a un tributo sobre los otros no se le permite llevarlo. El año pasado a la chica del distrito dos, que era muy buena con los cuchillos, le quitaron su collar, porque se abría y dentro tenía una navaja. No la castigaron por ello, pero no pudo llevar nada que le recordase a su distrito en la arena.
Una vez que ya lo tengo todo, me encamino otra vez al comedor, donde me encuentro a Damen charlando con nuestros mentores con cara de concentración.
-Harías bien en probar las tácticas de supervivencia – dice Estefan.
-Sí, pero tengo que encontrar un arma que se me de bien – replica Damen.
-Hola Candy, siéntate. Estamos hablando de lo que debéis hacer en los entrenamientos.
-Vale. ¿Y bien?
-Bueno, yo digo que deberíamos probar las armas, y Estefan dice que las tácticas de supervivencia.
-Pues yo pienso probarlo todo – digo -. Cuanto más sepamos más probabilidades tendremos.
En ese momento entra Ylléa por la puerta.
-Mirad. Ya hemos llegado al Capitolio.
Damen sale disparado hacia la ventana, y yo me pongo los zapatos y después lo sigo. Nos quedamos los dos embobados mirando a la multitud. Cuernos, antenas, pelos de colores, pestañas kilométricas...
La gente me llama por mi nombre y yo los saludo. No sé que otra cosa podría hacer para conseguir patrocinadores, así que les sonrío y les sigo saludando. Damen me mira con cara de estar pensando que estoy loca, ya que a él no se le ocurriría saludar a esta gente tan extraña.
-Venga, tienes que saludarles – le digo -. Si no lo haces nadie te patrocinará.
-¿Cómo puedes? ¿Cómo eres capaz de saludar a esta gente, que estará animando a tu asesino?
-Pues lo hago para conseguir que en vez de animar a mi asesino me animen a mí.
Creo que lo he convencido, porque empieza a sonreír y a saludar al público alegremente.
-¡Ya hemos llegado! - trina Ylléa con su aguda voz – Venga, sed educados, no gritéis y haced todo lo que os diga vuestro equipo de preparación. Sin rechistar.
Tras decir esto, nos empuja a través de la puerta, y nos mete en un coche. Creo que a esta mujer los coches le aumentan las ganas de hablar, porque se pone a parlotear sobre cómo gracias a nuestro distrito el Capitolio tiene todas estas prendas “superhipermagníficas” y no sé qué más.
El coche se para, y nos conducen por un pasillo de un blanco impoluto. Al perecer estamos en el centro de renovación, donde nos arreglarán para el desfile.
Ylléa deja a mi hermano en una habitación y yo sigo hasta la siguiente puerta cerrada. Al entrar en la sala me encuentro con tres personas, si es que a eso se les puede llamar personas, que me miran con los ojos desorbitados como si intentasen captar la mayor parte de mi. No sé muy bien cómo debería reaccionar, así que decido saludarles.
-Hola, soy Candy, encantada. ¿Y vosotros sois...?
-Hola querida. Yo soy Elisabetta, y también estoy encantadísima de conocerte – dice una mujer que lleva el pelo verde y la piel teñida de marrón. Creo que simula un árbol -. Y estos son Dyson y Tinkerbell.
Dyson es un chico de unos veinte años, de facciones angulosas y tatuajes por todo el cuerpo. Tinkerbell tiene la piel pálida, unos grandes ojos azules y el pelo rubio recogido en un moño sobre la cabeza. Lleva puesto un vestido verde, de palabra de honor, muy corto, y unas bailarinas con un pompón blanco en la punta. Al darse la vuelta para guiarme hacia una camilla, veo que de la espalda le salen alas que parecen de cristal.
Una vez me hablaron de un cuento de antes de Panem. Había un hada a la que llamaban Campanilla, supongo que ella se habrá hecho así en su honor.
Me dirigen a una camilla, donde me tumbo. Dyson me hace la manicura, Tinkerbell me peina y Elisabetta me quita todo el vello innecesario. Mientras tanto, parlotean sobre los tributos, y yo intento no oírles, no quiero saber nada hasta mañana que empiezan los entrenamientos.
Tras unos cuantos tirones parece que no queda pelo alguno en mi cuerpo, así que Elisabetta ayuda a Tinkerbell, que parece que no consigue lo que quiere.
Tras unas cuantas horas de tirones de pelo y muchas más cosas que a mí me parecieron torturas, los tres dieron el visto bueno y se marcharon corriendo para llamar a mi estilista. Espero que no sea otro bicho raro como estos tres, porque le pegaré un puñetazo en ese caso.
Mientras que no hay nadie conmigo me dedico a observar la habitación. En una esquina veo un albornoz blanco, y corro a ponérmelo. También hay una fuente de agua. Sólo por probar el agua del Capitolio, voy dando saltitos como una niña de tres años a la que le han dado un pastel y cojo un vaso.
Doy un sorbito, y me emociono al notar el sabor del agua. Tiene algo dulzón, pero eso mejora el sabor. Sabe tan bien que corro a coger otro vaso.
Cuando estoy volviendo hacia la camilla escucho un sonido a mis espaldas, que identifico en seguida con la puerta.
Me giro, y antes de poder contenerme doy un grito ahogado, y observo como el vaso cae al suelo, haciéndose añicos, mientras me preparo para encarar a la persona que ha entrado por la puerta.

4 comentarios:

  1. Ahhhh!! leí el primer capítulo, pero sin duda alguna este es mejor. Enhorabuena , que bien sabes dejarme con la intriga. Cuelga pronto el capítulo tres. :-9

    Nicole Nicolette <3

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  2. Muchas gracias!!! Lo de dejarte con la intriga creo que he dejado a todo el mundo igual!! Jajaja Besos!! :)

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  3. Fantástico!!! enhorabuena ,sabes dejarnos con la intriga!!
    sigue así me gusta un huevo. ( disculpen me la expresio) jajaja que me encanta.
    Nicole Nicolette <3

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  4. Nada, nada, mujer. Perdonada por la expresio. Y me alegro de que te guste :)

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