Hoy os traigo el capítulo 3, que en mi opinión me ha quedado bastante bien. Espero que a vosotros también os guste.
También quiero pediros a mis lectores que os apuntaseis a los premios distritos del blog de la comareja (http://esachicaalaquellamabancomadreja.blogspot.com)
Sin nada más que decir, espero que os superencante el capítulo y que comanteis por favor,porque los comentarios me ayudan a mejorar :)
Besos, azucarillos y todo lo demas!!
:)
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-Pa...
¿Papá?
-Sí,
hija. Soy yo – dice él, mi padre, ese padre al que no veo desde
hace trece años -. Siento mucho que estéis aquí.
-Más te
vale sentirlo, porque es por tu culpa. Y mamá se ha quedado sola. Si
morimos los dos, que sepas que no te lo perdonará nunca.
-Hija,
si yo hubiera sabido que esto iba a acabar así no me habría
marchado. Ahora me siento destrozado, más aún que cuando salió
Amber, porque esta vez es por mi culpa.
-Sí, es
por tu culpa, y ahora, ve a decírselo a Damen, porque conmigo no
tienes nada que hacer – le digo, y me doy la vuelta para coger un
vaso de agua.
Mi padre
agacha la cabeza y se vuelve a marchar.
Me
siento en la camilla y analizo lo que acaba de pasar. Una
conversación con mi padre, después de tanto tiempo, y ni siquiera
lo he abrazado. Ahora me paro a pensarlo y me siento la persona más
cruel del mundo. Pero, la verdad es que ni se me ha pasado por la
cabeza el acercarme a él.
Oigo
pasos y me pongo alerta, en tensión. Espero que no sea mi padre, no
podré soportar otro encuentro. La puerta se abre y entra una persona
que hace que se me quede la boca abierta. Es un hombre alto, más
bien altísimo, con el cuerpo totalmente azul, el pelo verde, los
ojos rojos, las pestañas amarillas...
Al darme
cuenta de que sigo con la boca abierta, es como si un muelle se
activara, y cerré la boca de golpe.
-Hola,
soy Hop, tu estilista – se presenta el chico -. Te he preparado un
vestido que te va a encantar. Como eres del distrito 8, vale con
hacer un vestido espectacular con alguna tela bonita, no va a hacer
falta disfrazarte. Pero antes de enseñarte tu vestido, ¿qué te
parece si charlamos un poco?
-Bueno,
¿de qué quieres hablar?
-No sé,
cuéntame algo sobre ti. Qué te gusta hacer, quiénes son tus
amigos, qué tal tu familia... No sé, cosas así.
-Pues me
gusta mucho cocinar. Lo sé, suena raro viniendo de una persona que
apenas tiene lo suficiente para vivir, pero es algo que siempre me ha
gustado. Mi mejor amiga se llama Christy, y la gente suele creer que
somos hermanas, aunque no tenemos ninguna relación de parentesco. Y
mi familia... es una cuestión complicada.
-Ah, si
no quieres hablar de ello no pasa nada – me dice Hop sonriendo.
-Oh, no
te preocupes. Hablar de ello me ayuda, hace que me sienta mejor.
Cuando yo tenía dos años mi padre vino al Capitolio. No lo volví a
ver hasta hace dos años, que se convirtió en el vigilante jefe, de
hecho, este año lo sigue siendo. Hace tres años mi hermana Amber
salió elegida como tributo, cuando yo tenía doce años y mi hermano
catorce. Ella tenía mi edad.
-Vaya,
lo siento – me dice Hop. Parece afligido de verdad.
-Bah, no
pasa nada – digo mientras intento contener las lágrimas traidoras
que amenazan con salir al exterior -. Y ahora, ¿me enseñas mi
vestido?
Hop
sonríe y me acerca una bolsa negra. Supongo que dentro estará mi
vestido.
-Cierra
los ojos – me pide.
-No me
gustan las sorpresas – le digo, frunciendo el ceño.
-Bueno,
pues déjalos abiertos, pero matarás la impresión.
-Da
igual, ponme el vestido ya.
Hop
obedece, y yo levanto los brazos para facilitar el trabajo. Noto que
una tela suave me roza el cuerpo. Pesa muy poco, y cuando ya tengo el
vestido bien puesto me giro para mirarme al espejo. Llevo un vestido
blanco, de seda, con escote corazon y en la parte superior tiene
brillantes que caen formando una especie de cascada.
Al verme
se me escapa un grito de asombro. Antes de poder reaccionar, me doy
la vuelta y abrazo a Hop.
-Gracias
– le digo -, gracias a ti seguro que consigo algún patrocinador.
-Gracias
a ti. Me alegro de que te guste. Hice el vestido pensando que
quedaría muy bien con tu pelo negro, que haría un gran contraste, y
no me he equivocado. Ya que no te gusta mucho llevar zapatos – abro
la boca para preguntarle por qué lo sabe, pero la vuelvo a cerrar ya
que supongo que alguien se lo habrá dicho, probablemente Ylléa -, y
además este vestido es largo, puedes quedarte descalza si quieres.
-Gracias
– le digo -. Creo que me quedaré descalza.
Hop me
guía hacia un ascensor y nos metemos dentro. Cuando las puertas se
vuelven a abrir me encuentro en una sala llena de caballos, carrozas
y tributos disfrazados. Nos dirigimos a la zona en la que ya se
encuentra Damen, vestido con una especie de esmoquin con unos adornos
parecidos a los de mi vestido. El doy un beso en la mejilla y empiezo
a acariciar los caballos, uno negro como mi pelo y otro alazán.
Un avox
se pasea por allí con una bandeja llena de azucarillos en la mano.
Yo cojo dos y le doy uno a cada caballo. Después me subo al carro y
paseo la mirada por la habitación. Como siempre, los del distrito
uno parece que se han convertido en bombilla de la cantidad de
purpurina que les han echado por encima. Sigo con mi inspección y me
doy cuenta de que este año, verdaderamente causaremos buena
impresión, espero que también se lo parezca a los patrocinadores.
Las
grandes puertas se abren y el carro del distrito uno empieza a
avanzar. Yo cada vez estoy más nerviosa, porque poco a poco todos
los carros de delante nuestra van saliendo.
El carro
del siete arranca en este momento, y yo preparo una sonrisa falsa y
me preparo para lo que se avecina.
Cuando
salimos se hace un pequeño silencio, pero después todo el público
empieza a vitorearnos y a aploaudirnos. Oigo a varias personas que
gritan mi nombre, y yo saludo en la dirección de los gritos, con una
gran sonrisa. Veo mi cara reflejada en una pantalla, sin parar de
saludar ni de sonreir. La verdad es que me han dejado impresionante.
Llegamos
a la plaza donde el presidente Snow da un discurso. Está exactamente
igual que cuando subió al poder, eso que han pasado ya diez años.
No le presto atención, estoy absorta en mis pensamientos, intentando
no fijarme en la gente que tengo que matar si pretendo que mi
hermano, o yo, sobrevivamos.
Cuando
el discurso se acaba volvemos a la gran sala donde estábamos antes.
Me bajo del carro y me dirijo al ascensor. Pulso el botón y espero
que llegue. En ese momento llegan los del distrito uno y los del
distrito dos, mirándome con cara de asco.
-Vaya,
mirad a quién tenemos aquí – dice Tom, el chico del dos -. A la
niñita del distrito ocho, la que se piensa que puede matarnos y
ganar los juegos. Pues que sepas que no tenemos los mismos planes.
Poco a
poco se acercan los cuatro, pero por suerte llega el ascensor y yo me
meto dentro y sin esperar a nadie pulso el botón de mi planta.
Retrocedo
aliviada cuando se cierra la puerta, pero me encuentro con algo
cálido. Con un grito, me doy la vuelta para encontrarme mirando los
preciosos ojos verde mar del chico del distrito cuatro.
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